Un estudio de la Universidad de Zaragoza sobre un centenar de perros de distintas razas ha permitido describir alteraciones neurobioquímicas en la base de la agresividad canina, en particular, en los sistemas que regulan el comportamiento agresivo como el de la respuesta de estrés. Esta investigación, realizada por la doctora Belén Rosado del Hospital Veterinario de la UZ (HVUZ), apoyaría el uso de marcadores sanguíneos para explorar lo que ocurre en el cerebro de los perros agresivos evitando la complejidad que supondría acceder a muestras de este tejido.
Solo en Aragón se notificaron 4.186 mordeduras caninas durante un periodo de diez años, entre 1995 y 2004. Los varones y los niños fueron los más afectados por las mordeduras, más frecuentes en verano y en el medio rural, tal como destaca Belén Rosado, tras realizar el estudio epidemiológico de estos datos en Aragón. Además, el problema de la agresividad es el motivo más frecuente de consulta (50%) en el Servicio de Etología Clínica del Hospital Veterinario de la Universidad de Zaragoza, seguido de los problemas de ansiedad (35%) y fobias.
Ante esta realidad, Belén Rosado se ha especializado en los últimos años en el estudio de los problemas de agresividad canina desde un doble enfoque, abarcando tanto aspectos epidemiológicos como neurobiológicos.
La trascendencia de estos resultados, publicados hasta ahora en las revistas científicas Applied Animal Behaviour Science (2010), The Veterinary Journal (2009) y Journal of Veterinary Behavior (2007), contribuirán a establecer planes de prevención y tratamiento adecuados para la agresividad canina, un tema de creciente interés en los ámbitos sanitario, social y político, como en el campo de la clínica y el bienestar animal. De hecho, el perro es el animal de compañía por excelencia, y en España existen alrededor de 5 millones de canes.
Análisis de las mordeduras notificadas en Aragón
El primer estudio, el epidemiológico, se realizó sobre los 4.186 partes de incidentes por mordedura canina notificados en Aragón entre 1995 y 2004 a través del sistema de vigilancia epidemiológica de la rabia. El trabajo ha revelado que la incidencia media anual de mordeduras caninas en Aragón fue de 71,3 incidentes por cada 100.000 habitantes en la zona de baja densidad poblacional (medio rural) y de 12,8 incidentes por cada 100.000 habitantes en la zona de alta densidad (medio urbano).
Los varones y los niños, especialmente de entre 5 y 9 años, constituyeron el sector poblacional de riesgo. La mayor parte de las lesiones mostraron penetración de la piel y afectaron a una única región anatómica, principalmente el miembro superior, si bien los niños, particularmente los de 0 a 4 años, presentaron un riesgo superior de sufrir lesiones en el área de la cabeza y el cuello.
De manera más frecuente, los perros mordedores fueron machos, jóvenes, con propietario y conocidos por la víctima. Los perros de raza pastor alemán y los animales fruto de cruce o mestizos fueron los animales más frecuentemente implicados en los incidentes por mordedura, tanto antes como después de la introducción de la legislación (año 1999). Específicamente, los perros de raza pastor alemán mostraron un riesgo superior para inflingir mordeduras que los de otras razas de acuerdo con la proporción relativa de animales mordedores de esta raza y los censados en las capitales de provincia de Zaragoza, Huesca y Teruel. Los perros pertenecientes a las razas potencialmente peligrosas estuvieron implicados en un bajo porcentaje de los incidentes registrados. En cualquier caso, y debido a diversos factores, recalca el trabajo que los datos relativos a las razas siempre han de ser interpretados con cautela.
El mayor porcentaje de las mordeduras se registró durante los meses de verano. Intentar socorrer a un animal recién atropellado e intervenir en una pelea entre perros, constituyeron circunstancias específicas que de manera más frecuente rodearon a los incidentes registrados por mordedura canina en aquellos partes donde constó esa información.
Para llevar a cabo planes efectivos de prevención y control de mordeduras caninas a personas es necesario conocer la incidencia del problema en áreas específicas, así como los patrones de riesgo relacionados con la víctima, el perro y las circunstancias donde se desarrollan estos incidentes. Se espera que esta investigación pueda contribuir a tales tareas.
Estudio clínico sobre 80 perros
En el estudio clínico, Belén Rosado analizó la implicación de alteraciones neurobiológicas en la agresividad, a través de parámetros neuroquímicos periféricos, concretamente relacionado con el sistema serotoninérgico (el cual está implicado en la regulación y expresión del comportamiento agresivo) y el eje corticotropo (el cual regula la respuesta de estrés) en perros agresivos.
La muestra total de análisis estuvo formada por 80 agresivos y 19 perros control de distintas razas. Los perros agresivos fueron captados principalmente en el Servicio de Etología Clínica del HVUZ. A los perros agresivos del estudio clínico se les tomó una muestra de sangre, además de para medir los citados parámetros de estudio, para descartar cualquier enfermedad que pudiera contribuir al problema de agresividad. Su análisis ha determinado una menor concentración de serotonina sérica y una mayor concentración de cortisol plasmático en los animales agresivos en comparación con los no agresivos.
El tratamiento de la agresividad canina siempre ha de basarse en la terapia de modificación de conducta, pudiendo en algunos casos administrarse temporalmente un fármaco serotoninérgico, como la fluoxetina, para ayudar a introducir esas pautas. Estos fármacos no se utilizan para tratar la depresión en perros sino que ayudan a disminuir la impulsividad, la agresividad y el estrés asociado. Este trabajo de investigación ha permitido comprobar que la administración de fluoxetina, que actuaría en las neuronas serotoninérgicas, produjo además una disminución de la concentración media de la serotonina sérica, coincidiendo con la mejoría clínica en los perros agresivos. Estos resultados apoyarían la idea de que los parámetros bioquímicos sanguíneos pueden ser utilizados como marcadores periféricos del sistema serotoninérgico y el eje corticotropo en la agresividad canina.
No obstante, la doctora Belén Rosado subraya que, a pesar de que en la agresividad canina intervengan factores biológicos, resultan determinantes los factores ambientales. Una gran parte de estos animales son víctimas de castigos físicos exagerados o de situaciones de confinamiento permanente, y pueden terminar siendo abandonados o sacrificados, constituyendo esto un problema de bienestar animal. De ahí la importancia de la educación de los perros desde edades tempranas.