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Alicia Vela muestra su primera gran retrospectiva en el Paraninfo

La exposición está formada por pinturas, grabados y dibujos de distintas etapas, formatos y series que la artista realizó durante veinticinco años, entre 1982 y 2007

El rector, José Antonio Mayoral, junto a la vicerrectora de Cultura y Proyección Social, Yolanda Polo, inaugura la muestra esta tarde a las 20 horas, acompañados de Alicia Vela y Carmen Abad

El rector de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Mayoral, junto con la vicerrectora de Cultura y Proyección Social, Yolanda Polo, la autora de la exposición, Alicia Vela, y la comisaria de la misma, Carmen Abad,  inaugura esta tarde a las 20 horas la exposición Rastros.

Rastros es el título que Alicia Vela ha elegido para reunir en esta muestra un conjunto de pinturas, grabados y dibujos que realizó durante veinticinco años, entre 1982 y 2007. Se trata de la primera gran retrospectiva de Alicia Vela (Villalengua, 1950), y su planteamiento dista de ser el convencional en este tipo de exposiciones. Para contarse en el presente, Alicia Vela ha tenido que buscar, recopilar e interpretar huellas infinitesimales de su trayectoria pasada, en lo artístico y lo vital, presentando algunas obras inéditas que aún no habían salido de su estudio.
 
Vela busca rastros para generar significados: dibuja, pinta, graba o imprime para alcanzar el conocimiento. A medida que hilvanaba aquellos rastros, su biografía intelectual y artística se dividía, crecía y reencontraba en múltiples direcciones, como las raíces de los árboles, los cristales de hielo o las dentrinas de las células nerviosas. De ahí el título de esta muestra, y de ahí el modo en que las obras seleccionadas habitan las salas del Paraninfo, como un imaginario poético.
 
La exposición se muestra como una imagen especular. A un lado del espejo, en la sala Goya, las pinturas acuden a su cita con los grabados, con la obra Deseos rotos (1986) como cabecera expositiva. Las obras no forman parte de una misma serie ni de una misma década. Las conexiones entre las obras obedecen a lógicas creativas, no temporales; comparten vivencias, reflexiones, referencias estéticas, literarias o musicales. Comienza la visita con Aprendiendo a volar (1983), donde el rastro tiene la violencia telúrica del surco, donde las líneas son incisiones, heridas abiertas sobre la pasta pictórica o la matriz del grabado. Las figuras esquemáticas, algunas encerradas en arquitecturas que son tiempo, cobijo y prisión; la espiral como señal de caos y movimiento; la metáfora del vuelo; la sustitución de las líneas angulosas por formas circulares y tautológicas; el homenaje a María Zambrano y la incorporación de los colores luminosos y nacarados transitan durante la exposición de esta sala
 
Al otro lado del espejo, en la sala Saura, los dibujos se despliegan ante la poderosa amazona que traza un arco sobre la ciudad nocturna y el paisaje megalítico de Escenarios irreales (1986). Células, nubes, imperdibles e insectos exhiben la fragilidad y la fortaleza de quien se expone ante la mirada ajena. Al entrar, nos encontramos con una intervención directa sobre el muro, donde el alter ego de Alicia contempla, a través de un árbol de ramificaciones nerviosas, una caja transparente y punteada semejante a la que pintó en una pared de museo Salvador Dalí de Florida. En las piezas sin marco, fundidas con la pared, se aprecia la tensión dialéctica entre la ligereza de las manchas de color y las líneas de grafito o carbón, entre las burbujas apasteladas y otras formas pilosas de densa negrura. El doloroso relato de África; las ondas que mantienen el flujo de energía y la transmisión de información; las relaciones entre ciencia y arte, el interés de Alicia por comprender los mecanismos cerebrales que articulan el pensamiento y el lenguaje y su fascinación por los dibujos de Ramón y Cajal recorren el espacio expositivo de esta sala y donde la pequeña Alicia de Blau.
 
Sus propuestas, siempre cargadas de mensaje, navegan entre la poesía más primaria, casi arcana, y las constantes referencias artísticas y literarias. Sus obras se comunican con hilos casi invisibles con su pasado, su presente y su futuro, así como el contexto cultural de cada momento.
 
La infancia rural de Alicia Vela, nacida en el entorno mágico y fértil de la ribera del Manubles, marca buena parte de su actitud ante la vida. El pueblo la acompaña en las ciudades donde irá a estudiar y terminará viviendo. Zaragoza, donde se matricula en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos y Barcelona, donde entra en la Facultad de Bellas Artes como alumna y ya no sale, pasando a ser profesora y referente.

Según Alejandro Ratia, autor de algunos de los textos del catálogo, "Alicia Vela puede considerarse un referente indispensable en la escena aragonesa, y en la reivindicación del papel jugado en ésta por las mujeres, una contribución al indispensable desbordamiento crítico, tanto en cuanto a medios (desbordamiento de la pintura), como en cuanto a intenciones (desbordamiento de la intimidad)".

A la exposición le acompaña un catálogo, editado bajo el mismo título, que recoge todas las obras expuestas, además de textos de Carmen Abad y Alejandro Ratia que enmarcan su trayectoria y otros que, firmados por la propia artista, dejan entrever su manera de hacer desde la poética o la introspección más intimista.

 
Exposición:  Alicia Vela. Rastros
Fechas: del 20 de enero al 26 de marzo de 2022
Horario de visitas: Lunes a sábado de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00 horas
Lugar: Salas Goya y Saura. Edificio Paraninfo
 
 

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