Un equipo de trabajo, del que forma parte la investigadora del I3A, Julia Ramírez, busca nuevas herramientas para mejorar el diagnóstico precoz de las enfermedades cardíacas
Los dispositivos portátiles, como los relojes inteligentes, podrían usarse para detectar un mayor riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca y ritmos cardíacos irregulares en la edad adulta, según recoge un nuevo estudio dirigido por investigadores de la UCL (University College London) y en el que participa la investigadora del I3A-Unizar, Julia Ramírez.
Los dispositivos portátiles están convirtiendo el electrocardiograma (ECG) en una prueba médica omnipresente. Este estudio evalúa la asociación entre las contracciones ventriculares y auriculares prematuras detectadas en el ECG (solo con información recogida durante 15 segundos) y el riesgo de futuros eventos cardiovasculares.
El artículo científico, publicado recientemente en
The European Heart Journal - Digital Health, muestra las contracciones auriculares y ventriculares prematuras detectadas en electrocardiogramas obtenidos con dispositivos portátiles y la predicción de eventos cardiovasculares.
Los registros de ECG analizados eran de personas de 50 a 70 años sin enfermedad cardiovascular conocida en ese momento. En personas de mediana edad, las contracciones prematuras identificadas en el ECG están fuertemente asociadas con un mayor riesgo de desarrollar fibrilación auricular (FA) e insuficiencia cardiaca (IC) en los siguientes 10 años.
El estudio, revisado por pares, analizó datos de 83.000 personas que se habían sometido a un electrocardiograma de 15 segundos comparable al que se realiza con relojes inteligentes o aplicaciones de móviles.
Los investigadores desarrollaron algoritmos para detectar latidos cardíacos prematuros que, generalmente, son benignos, pero si ocurren con frecuencia, se relacionan con afecciones como insuficiencia cardíaca y arritmia (latidos cardíacos irregulares).
Descubrieron que de las personas que participaron a la grabación, una de cada 50 tenía un latido cardiaco prematuro y que esto estaba relacionado con un aumento del riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca o fibrilación auricular en los próximos 10 años de alrededor del 100%.
La insuficiencia cardíaca se produce al debilitarse el corazón. A menudo no se puede tratar. La fibrilación auricular ocurre cuando los impulsos eléctricos anormales comienzan a dispararse repentinamente en las cavidades superiores del corazón (aurículas), lo que provoca una frecuencia cardíaca irregular y suele ser anormalmente rápida. Puede ser limitante para la vida, ya que puede provocar mareos, dificultad para respirar y cansancio. Está relacionada con un riesgo cinco veces mayor de accidente cerebrovascular.
El autor principal de este artículo, el doctor Michele Orini, del Instituto de Ciencias Cardiovasculares de la UCL, que hizo su tesis doctoral en el I3A, señala que este estudio “sugiere que los ECG de dispositivos portátiles pueden ayudar a detectar y prevenir futuras enfermedades cardíacas”, de ahí que el siguiente paso que van a llevar a cabo sea “investigar cómo podría funcionar mejor en la práctica la detección en personas que usan dispositivos portátiles”.
Algo que podría combinarse con el uso de inteligencia artificial y otras herramientas informáticas “para identificar rápidamente los ECG que indican un mayor riesgo, como hicimos en nuestro estudio, lo que llevaría a una evaluación más precisa del riesgo en la población y ayudaría a reducir la carga de estas enfermedades”, apunta el Dr. Orini.
Si se logra identificar a las personas con riesgo de insuficiencia cardíaca y arritmia en una etapa temprana, “podríamos evaluar los casos de pacientes de mayor riesgo de manera más efectiva y ayudar a prevenirlos al comenzar el tratamiento temprano y brindar consejos de estilo de vida sobre la importancia del ejercicio y la dieta regulares y moderados”, subraya Julia Ramírez, investigadora del I3A y coautora del artículo.
Detectar señales eléctricas en dispositivos móviles
En un ECG se utilizan sensores adheridos a la piel para detectar las señales eléctricas producidas por el corazón cada vez que late. En entornos clínicos, se colocan varios sensores alrededor del cuerpo y un médico especialista observa las grabaciones para ver si hay signos de un posible problema. Los dispositivos portátiles para el consumidor usan sensores integrados en un solo dispositivo y, como resultado, son menos engorrosos, pero pueden ser menos precisos.
Cómo se ha trabajado
En este estudio, el equipo de investigación utilizó el aprendizaje automático y una herramienta informática automatizada para identificar grabaciones con latidos prematuros. Estos latidos se clasificaron como contracciones ventriculares prematuras (PVC), provenientes de las cavidades inferiores del corazón o contracciones auriculares prematuras (PAC), las que provienen de las cavidades superiores. Las grabaciones identificadas con latidos prematuros y algunas grabaciones que no se consideró que tuvieran esos latidos prematuros fueron revisadas por dos expertos para garantizar que la clasificación fuera correcta.
Los investigadores analizaron primero los datos de 54.016 participantes del proyecto UK Biobank con una edad media de 58 años, cuya salud se siguió durante un promedio de 11,5 años después de que se registrara su ECG. Luego observaron un segundo grupo de 29.324 participantes, con una mediana de edad de 64 años, a los que se les dio seguimiento durante 3,5 años.
Después de ajustar por factores de riesgo como la edad y el uso de medicamentos, los investigadores vieron que un latido prematuro de las cavidades inferiores del corazón estaba relacionado con un aumento del doble en la insuficiencia cardíaca posterior, mientras que el latido prematuro de las cavidades superiores (aurículas) estaba relacionado con un aumento del doble en los casos de fibrilación auricular.
En el estudio participaron investigadores del Instituto de Ciencias Cardiovasculares de la UCL, la Unidad MRC para la Salud y el Envejecimiento de por vida de la UCL, el Barts He art Center (Barts Health NHS Trust), la Universidad Queen Mary de Londres y el Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A) de la Universidad de Zaragoza. Fue apoyado por el Consejo de Investigación Médica y la Fundación Británica del Corazón, así como por el Centro de Investigación Biomédica NIHR Barts.
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