La pandemia de COVID-19 en Aragón evidenció las diferencias en la asistencia sanitaria entre hombres y mujeres

La investigación se ha realizado sobre 390.000 personas residentes en Aragón que entre los meses de marzo de 2020 y 2022 tuvieron un diagnóstico positivo de COVID-19 en nuestra comunidad

Las mujeres ingresaron en el hospital con menor frecuencia que los hombres y permanecieron menos tiempo ingresadas

En las Unidades de Cuidados Intensivos también fue más frecuente el ingreso de hombres que el de las mujeres, con mayores diferencias en la primera ola (10,7% en hombres frente a 3,6% en mujeres)

El exhaustivo trabajo llevado a cabo por el Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios de Aragón (GRISSA) ha contado con la participación de investigadoras de la Universidad de Zaragoza y del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón

En la imagen, algunas de las investigadoras del estudio

(Zaragoza, lunes, 28 de octubre de 2024). La pandemia originada por el virus COVID-19 evidenció diferencias en la asistencia sanitaria entre hombres y mujeres en Aragón. “Las mujeres ingresaron en hospitales y Unidades de Cuidados Intensivos con menor frecuencia que los hombres y sus estancias fueron más cortas”. Así se desprende del estudio llevado a cabo por el Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios de Aragón (GRISSA), tras analizar 390.000 casos de COVID-19 confirmados en Aragón durante dos años de estudio, entre los meses de marzo de 2020 y 2022. La conclusión del trabajo es clara y las seis investigadoras que han participado en este estudio son tajantes: “Existen diferencias en la atención sanitaria prestada a hombres y a mujeres. Estas diferencias se fueron reduciendo a lo largo de la pandemia, pero persistieron incluso después de considerar factores como la edad de los y las pacientes, su nivel socioeconómico, la existencia de otras patologías o el lugar de residencia”, aseguran.

Bajo esta afirmación subyacen varias cuestiones observadas en el estudio: la mayor ‘institucionalización’ (en residencias) de las mujeres, debido principalmente a su mayor longevidad, la mayor incidencia de demencia y depresión, en algunos casos también, la soledad, y su situación socioeconómica más desfavorecida. A esto se suman otras realidades también conocidas en el uso de servicios sanitarios, como es el rol de cuidadora de la mujer, que suele hacer que su diagnóstico y atención médica se retrasen, y la existencia de protocolos aplicados por igual en el sistema sanitario, cuando “no todos los síntomas son iguales en hombres y en mujeres y los procesos de atención y cuidado también deben, por tanto, ser también diferentes”.

Estas son algunas de las ideas centrales del estudio, titulado “Desigualdades de género en la atención sanitaria en crisis sanitarias: cuando la incertidumbre puede conducir a la desigualdad”, que ha sido realizado por el Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios de Aragón (GRISSA) y en el que han participado las investigadoras de la Universidad de Zaragoza y de la Fundación Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón (IIS Aragón): Isabel Aguilar Palacio, Sara Castel Feced, Sara Malo Fumanal, y María José Rabanaque Hernández; Julia Teresa López y Blanca Obón Azuara. Las conclusiones y el contenido completo pueden consultarse en este enlace: https://rdcu.be/dDrVA

“Observamos también que, en las personas mayores de 80 años, el porcentaje de personas enfermas era mucho más elevado en mujeres que en hombres. Las mujeres eran más mayores, tenían menor nivel de ingresos y más enfermedades. Por otra parte, tardaban más en ingresar desde que eran diagnosticadas ingresaban con menor frecuencia en los hospitales y en las Unidades de Cuidados Intensivos y cuando lo hacían, el número de días que permanecían hospitalizadas era inferior al de los hombres”, apuntan.

Entre los datos en los que se asienta la investigación para evidenciar el menor ingreso de las mujeres en hospitales y su estancia más reducida en áreas de Medicina Intensiva figura que el 77% de los hombres que murió a causa de la enfermedad producida por la COVID-19 a los 30 días del diagnóstico habían estado ingresados; mientras que en el caso de las mujeres esta cifra se reduce en ocho puntos:  el 69% de las mujeres que murieron a los 30 días del diagnóstico había estado en un hospital. Respecto a las UCIS, también fue más frecuente el ingreso de hombres que de las mujeres, con mayores diferencias en la primera ola (10,7% en hombres frente a 3,6% en mujeres).

“Estas desigualdades -aseguran las autoras del trabajo- fueron mayores en las primeras oleadas de la pandemia, pero no llegaron a desaparecer”. A este respecto, las investigadoras señalan que “en la primera fase de la pandemia fue determinante que las personas vivieran en residencias, puesto que fueron menos diagnosticadas e ingresaron menos en los hospitales” y -según afirman- “las mujeres viven más en residencias que los hombres”.

El rol social de cuidadoras

Existe otro elemento estructural en la sociedad que hace que las mujeres se encuentren en situación de vulnerabilidad, señalan las investigadoras del grupo GRISSA. “Las mujeres se resisten más a demandar cuidados en general porque ellas tienen claro que tienen un papel, un rol social de cuidadoras, en el que anteponen a toda la familia, quedando en último lugar. Al final, las mujeres cuidan a sus familias, maridos, pero luego se van quedando viudas y cuando empiezan a enfermar y a necesitar cuidados tienen menos apoyo familiar, están más solas, y son remitidas a residencias con más frecuencia”.

El trabajo ahonda en las causas socioeconómicas en la que se asientan estos datos y sus autoras afirman que “el menor nivel socioeconómico de las mujeres españolas, jubiladas y viudas, podría explicar también gran parte de las diferencias que observamos” y subrayan que “las mujeres y los hombres están utilizando de manera diferente los sistemas sanitarios, algo que se observa en otros estudios de estas características”. “Sabemos que las personas con menos nivel socioeconómico utilizan de forma distinta los servicios sanitarios, habitualmente son diagnosticadas más tarde y sus estancias son más cortas”.

La investigación llama la atención sobre que la ausencia de directrices en un contexto de gran incertidumbre y de crisis sanitaria puede generar un uso inequitativo de los servicios sanitarios y conducir a un menor esfuerzo terapéutico en grupos que se encuentran en circunstancias de vulnerabilidad.

Por este motivo, afirman que para reducir las desigualdades en salud, y en los servicios recibidos, entre mujeres y hombres, es esencial disponer de directrices claras y de definiciones de atención médica que tengan en cuenta la perspectiva de género, por lo que, para la preparación para futuras pandemias y crisis sanitarias, se debe considerar como eje primordial la atención a los grupos en situación de mayor vulnerabilidad, para evitar incrementar las desigualdades ya existentes.

Pie de foto: De izqda. a dcha: Sara Malo Fumanal, Isabel Aguilar Palacio, María José Rabanaque Hernández, Blanca Obón Azuara.