Heraldo.es: Inundaciones, plagas y salas inaccesibles en la facultad de Filosofía

Profesores, alumnos y empleados denuncian el mal estado del edificio. Se quejan de que nadie les escucha si no es con protestas, y piden reformas urgentes. Casi todas les son negadas: les piden paciencia porque existe un proyecto aceptado desde 2005 para una reconstrucción total.

Almacén del área de Arqueología, donde hay piezas de gran valor..G. A.

Almacén del área de Arqueología, donde hay piezas de gran valor..G. A.

Televisores en los vestíbulos, cajas con valiosas piezas arqueológicas arrinconadas en salones que se inundan y aulas inaccesibles para sillas de ruedas. Tres de las muchas escenas con las que a diario deben convivir profesores, alumnos y empleados de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.

Desde hace casi seis años hay un proyecto entregado y aceptado para reformar y construir nuevas instalaciones, pero de momento no hay ni si quiera una fecha de comienzo para las obras. «Podría ser en 2012 (tardaría 5 años en ser finalizada)», afirma Carlos González, director de la Unidad Técnica de Construcciones y Mantenimiento de la Universidad de Zaragoza.

«Más que estudiar, vivimos la historia», comenta Marta Mira, estudiante y una de las alumnas que esta semana organizó una protesta en la que participaron cerca de 200 personas. Una más de las que durante años se han celebrando en ese centro -que ofrece 30 titulaciones- por el mismo motivo.

Se quejan de que esa es su única forma de llamar la atención. «Hemos tenido que meter paraguas y crear un funeral para que nos escuchen», dice Mira. Pero después de protestar, los medios se marchan y la situación no cambia.

La mayor parte de la facultad es inaccesible para personas con discapacidad, con ascensores estrechos donde no caben sillas de ruedas y con accesos por escaleras a las principales aulas. En invierno, la calefacción «es tan antigua», cuenta Mira, que «en un aula se puede estar con la ventana abierta y sentir calor, y en otra estar con un abrigo y morirse de frío».

En 2008, se cayó parte del techo de la sala de estudios de Filología por las goteras, algo registrado en un vídeo muy visitado en YouTube. «Cambiaron el techo, pero no se reparó nada. En las piezas nuevas ya se pueden ver nuevos signos de humedad, hay un ventilador que se puede caer en cualquier momento», explica el conserje del edificio, Rafael Sastrón.

«Se han ido solucionando problemas puntuales como las goteras y se reformó el Aula Magna. No podemos transformar todo cuando estamos a la espera del proyecto, pero sí hemos dignificado las instalaciones, aptas para desarrollar dignamente el trabajo de los que están allí», argumenta González.

El decano de esa facultad, Severino Escolano, cree que no es así. Pone como ejemplo la imposibilidad de desarrollar los nuevos planes educativos de Bolonia, que exigen mucho trabajo en grupo: «Son aulas grandes, donde no se pueden mover las sillas y los alumnos tiene complicado comunicarse».

El decano asegura que se han pedido «pequeñas reformas urgentes y puntuales», como la del Aula Magna y las necesarias para comenzar el próximo curso, y se han cumplido, pero tienen que esperar a la reforma mayor.

Insectos y piezas arqueológicas

«Tenemos un presupuesto de unos seis mil euros para infraestructura y otros seis mil más para inmobiliario. Eso da para poner un tabique o un biombo, o arreglar una ventana, pero no alcanza para el mantenimiento general del edificio», afirma Escolano.

Cucarachas y hormigas son habituales en el sótano del edificio. En uno de ellos está el área de arqueología, y la responsable del laboratorio que allí se encuentra, Teresa Artigas, lamenta la situación mientras muestra los armarios donde deben guardar piezas extraídas del yacimiento ibero-romano de Botorrita y material cerámico de la edad de bronce, entre otros objetos de valor.

Casi todo se almacena en cajas, que deben apilarse en los pasillos por falta de espacio. Y como la sala está a la altura del suelo, cuando llueve, se inunda.

Los casi 150 alumnos que asisten a clase en esa parte de la facultad, deben bajar por escaleras estrechas y los becarios deben desarrollar sus investigaciones en pequeños cubículos -que ellos llaman peceras- compartiendo espacio con hasta cuatro personas.

En el resto de despachos de la facultad sucede lo mismo. «A veces, los profesores se turnan para recibir a los alumnos. Salen tres profesores y se queda uno dentro», cuenta Marta Mira, que describe otros paisajes curiosos de su facultad, como una fuente con un cartel que dice «peligro de electrocución».

Según esta alumna, y en eso coincide con su decano y con el conserje del lugar, «la gente que viene de visita ve la facultad acogedora y bonita, porque es antigua, pero el problema es el funcionamiento diario».

Aulas de ordenadores sin ventilación ni ventanas, máquinas dispensadoras averiadas y sillas casi podridas en la sala de estudio conviven con los carteles instalados hace ya tres años, que muestran varias fotos de cómo sera el edificio en el futuro.

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